Palabras indescifrables
Los últimos días he dormido muy poquito, y sé que me retarán por que es pésimo, pierdes millones de neuronas irrecuperables, la piel se reseca, los ojos no se qué y bla, bla, bla. Todo esto es cierto, pero me ha resultado inevitable este estado, por que adquirí un compromiso para hacer algo, y las horas del día asalariado, más las insufribles horas de medios de transporte público, relegan cualquier otra cosa que quiera hacer a la noche. Y la noche a pesar del cansancio tiene su encanto, me pongo más paranoide mientras escribo de noche, o más rápida con los keyframes si estoy animando, pero me equivoco en las cosas más estúpidas (no las mencionaré por pudor), y mientras me preparo otro café, imagino que como los ojos me duelen un poco, podría recortármelos por un rato (pero solo por un rato chico) y después volver a ponerlos en su lugar. Después, cuando estén descansados y hayan dejado de ver neblina en dónde no la hay.
Los veo ahí recortados junto al notebook, sabiendo que en cualquier momento me los vuelvo a poner y listo. Una vez le comenté esta idea a la Vale y me retó un poco, pero sólo un poco, más se rió, y fantaseó con la idea de que el recorte fuera extensivo a cualquier área o emoción que uno quisiera. Ahí se complica más la cosa.
Las emociones son unas tiranas. Yo por ejemplo las dos últimas semanas sumergida en una rabietaveraniegasantiaguina que descargaba con quién se me pusiera un poco idiota. Sí, idiota. Andaba toda enojada, con los ojos fulgurantes, los puños apretados y la boca amarga, muy al estilo de "El juguete rabioso". Lo cual es una patudez de mi parte, pues Silvio Astier, tenía muchas más razones que yo para estar en ese estado, y para convertirse en un canalla por convicción. Un canalla adorable, como todo canalla que se precie serlo. No sé, ... sonó un celu por ahí y se me fue la onda. Pero pretendía decir que a Silvio le dolía tanto la vida, por que sus sueños se los habían pisoteado millones de veces. A mí en cambio apenas algunas, y es muy pronto para enrabiarse y decir no va más. Es muy de niñita tonta, pero a la vez esa pataleta es, creo, muy coherente con el rol que me autorepresento de niñita mimada algo paranoide. Quizás por lo mismo me gusta tanto la literatura de Arlt, por que tiene un motor paranoide muy fuerte, una locura deliciosa y aterradora. Lo mismo me pasa por ejemplo con "el informe sobre ciegos" de Ernesto Sábato.
También me pregunto por qué todo el tiempo estoy mirando hacia afuera, no sé si es algo que he buscado o simplemente son sintonías extrañas que han resultado ser así. No sé cuando empecé a leer a Sábato, a Cortázar y a Arlt, y en qué minuto no leí por ejemplo a Bolaño o a Emar. Deuda que con bastante culpa estoy empezando a saldar. Pero no hablemos de culpa, por que ahí el post errático y somnoliento se puede ir para los rincones más oscuros y por ahora paso.
Por qué hay que mirar en otros, para vernos a nosotros mismos. Por qué el espejo al final nos devuelve siempre la única y misma imagen, aunque en apariencia esta mute mil veces pasando por todas las fases posibles.
Las fases también tienen su gracia, amar y odiar pequeños gestos, sonrisas tímidas, caras de indecisión, silencios / abismos, una puerta cerrada, nudillos resecos, griteríos felices, lágrimas caminadas, y una gigante lista de etc. Todo siempre se va mezlando en una sola masa homogénea. Y me creo tan especial a ratos, y descubro que soy en otros tan común y predecible como una piedra. Eso, si es que las piedras son predecibles ... una vez (intuyo que también estaba trasnochada) una piedra se transformó en un gato y me habló, pero cuando me devolví a mirarla era una piedra nuevamente. Y ahí me quedó el murmullo de esas palabras indescifrables, esa magia que se esconde, ese código ancestral que por una fracción de segundo logramos comprender, pero que se obstina en seguir siendo huidizo, pero no obstante perceptible. Apenas perceptible, pero esa ínfima posibilidad ...