Las olas me hablan
Han pasado varias cosas estos días. Actualización lenta, de puro floja, tiempo he tenido. Y más o menos harto. Por una parte siento que he vuelto a ser yo. Obvia, reiterada, vuelta sobre el eje. Nunca he dejado de serlo. Pero me percibo más viva, cómo decirlo más lúcida. No sé si me explico. He vuelto a disfrutar de situaciones y momentos que había dejado en el olvido, y no es un ataque de nostalgia, por que los ataques de nostalgia me cargan. Los fulminantes al menos, los demás pasan camuflados los filtros de lo que debe ser.
Sigo escuchando música de manera compulsiva, pero estoy evitando los audífonos por que me enrollo con el deterioro de la capacidad auditiva.
Lectura, re poca últimamente. Flojita, flojita. Al respecto me viene a la memoria la siguiente teoría un tanto irónica de un familiar. Cito a continuación:
“Teoría Esotérica Sobre la Práctica de los Deportes y la Gimnasia.
La siguiente teoría ha sido puesta a prueba en innumerables casos que nos permiten asegurar categóricamente que el ejercicio físico y los deportes (bajo práctica sistemática y rigurosa) son dañinos para la salud. Asimismo, como es sabido por todos, los deportes son el mejor tóxico para la salud intelectual.”
No alcanzo a preguntarme si será cierto (a pesar de estar flojita intelectualmente y simultáneamente expuesta a práctica sistemática y rigurosa de deporte), por que me da demasiada risa.
Posible solución: leer durante la práctica de la bicicleta estática u otras máquinas denominadas cardiovasculares. En el caso de la piscina la idea es de difícil implementación.
Mientras tipeo esto taladran algo en la oficina de al lado, hace rato que están con golpes y vibraciones extrañísimas. Esos sonidos reiterativos, medios de transe me recuerdan los movimientos y la música étnica de la Pichimuchina. De todos sus sonidos el que más me queda, el que más me llama en el medio del silencio, es el del agua. Pongo la mente en blanco y vuelvo a escucharlo.
En sueños (dormida y despierta) vuelvo a ver el mar, las olas me hablan, incluso en una botella de agua mineral (claro todos alrededor con ataques de risa, pero yo insisto que con imaginación es posible cualquier cosa).
Las olas me hablan, reitero: Las olas me hablan.
¿Qué me dicen? Bueno, ese es un asunto muchísimo más complejo de dilusidar y transmitir.