Vacíos
Tuve un sueño de vacíos, de ausencias incómodas, no atribuibles a ningún ser humano en particular. Faltaba algo, pero no sabría decir bien qué o quién. Era una sueño de mar, eso es bueno, el mar siempre es bueno. Había mucha bruma, y eso me confunde un poco. En las nubes se dibujaban palabras, la caligrafía era del puño de montale. Puedo ver una vez más sus letras tibias, tembalndo apenas un poco, ese movimiento de vaivén suave, pero de una intensidad inmensa.
Espuma, letras, nubes, mar, bruma, todavía mucha bruma. Un gato cerrándome un ojo desde el fondo del mar. Su piel tibia. Los ojos de gato astuto, que mira escudriñando mi mirada pero no dice nada, absolutamente nada, mueve la cabeza de un lado para el otro y sonríe, sonríe sin decir nada hasta desaparecer. Su respiración cerca, su voz ausente y su piel tornándose roja.
El mar, el gato esquivo. Las palabras de Eugenio Montale dibujadas en el cielo de Valparaíso, al otro lado del Océano que un día también estremeció al poeta italiano.
L’anima che non sa più dare un grido
Forse un mattino andando in un'aria di vetro
Hai dato il mio nome ad un albero? Non è poco
Ho tanta fede che mi brucia; certochi mi vedrà dirà è un uomo di ceneresenz'accorgersi ch'era una rinascita.
Las palabras que se alejan y se acercan, como un juego, como la marea, como el sonido de las olas.