Una disgresión, de alguien que pretende dedicarse a escribir. Una especie de collage irregular, con ideas, uno que otro chiste, algún titular de diario, canciones, inquietudes, cualquier cosa que me diga algo, y que le diga algo a los demás.

noviembre 23, 2009

Salto de confianza

Voy en el metro, de nuevo en el metro.

Roxi y el metro. Roxi en uno de sus no espacios favoritos.

Voy escuchando una mezcla media esquizofrénica de música. Una playlist que salta de Suede, a Tito el Bambino, a Moloko, a Daddy Yankee, a Portishead, sin ningún pudor.

Voy como bailando, sumergida en un ataque de alegría compulsivo y contagioso. Lo bueno es que es contagioso, así que aprovechen. La música sigue sonando pero ya no la escucho.


Cierro los ojos y escucho algunas gaviotas, los niños riéndose, el vaivén de las olas, algunos aplausos de personas que nos gritan que estamos locos.

Visualizo el muelle Barón, yo parada en el borde y lanzándome por el aire como si nada.

La distancia es grande, grande, pero en pocos segundos ya estoy en el mar. Aleteando, rodeando los pilares del muelle, llenos de algas, y desde donde los piures me saludan. Los picorocos se preguntan quién será esta intrusa, y una jaiva morada me guiña el ojo.

Un compañero me toca el hombro, riendo me dice ¡ de nuevo ! y todos subimos corriendo por la plataforma, para hacer un nuevo salto de confianza. Ahora todos juntos.

Aparte de hacer el salto de confianza (súper adrenalínico), hoy aprendimos a preparar los equipos, y a poner en práctica algunas de las cosas estudiadas en las sesiones teóricas.

Las entradas y salidas al mar, las técnicas de inmersión, para que sea una transición armoniosa y no una colisión. Deslizarse hasta el fondo, sin aire, haciendo apnea, intentar llegar abajo, 7 ... 8 ... ¿cuántos metros?

Tratar de tomar un puñado de arena que se me escapa. Veo el fondo más cerca de lo que está realmente y todavía no llego, pero ya voy a llegar un día de estos, es cosa de seguir practicando.

Y ascender en silencio, ver las burbujas que se acercan a los rayos de luz. Superar ciertos temores, y repetir el salto de confianza, no sólo el del muelle, si no el de la vida, la vida consiste en eso, en intentarlo, en atreverse.



Feliz, quizás un poco cansada, pero con el alma desbordada y saturada de vivencias positivas, salir caminando, iniciar el paseo desde el muelle hasta el sector de la Aduana, para buscar un lugar dónde disfrutar un delicioso Congrio. En el camino intentar capturar esas imágenes multicolores que potencian este estado.


Agradecer todo lo que estoy viviendo. Agradecer. Vuelvo al metro y pienso lo hermoso que ha sido todo este año, en todos los ámbitos, incluidas un par de vivencias que parecieron deslumbrantes en un inicio y que terminaron siendo casi sólo eso, un destello seguido de un vacío.

Salvo, por ese pequeñísimo casi, por que esos pocos casi, esos poquitos y pequeñitos fuegos fatuos significaron aprendizajes enormes. Y en ese sentido también fueron buenos.


Y todo, todo, todo lo demás ha sido INCREIBLE. Todo.

Y apago mi música entrete, loca, energética, por que necesito el silencio vibrante del metro para visualizar nuevamente el mar, y cantar desde adentro "Gracias a la vida".


¿Se acerca el fin de año?, ¿será eso que me tiene así? Como sea ... a seguir saltando. Seguir esa invitación de la vida, y hacer todos los saltos de confianza que sean necesarios.

noviembre 01, 2009

Condensación, risa


Vengo recién despertando, un poco mareada por que mi sueño más reciente de la mañana tenía una cantidad de condensación que me tiene agotada. La cantidad de símbolos, imágenes, elementos, todos de diferentes etapas de la vida, mezclados en 1 solo sueño, fue excesivo, intenso.

Estaba en la Scuola (en el edificio de apoquindo que en realidad ahora está vacío) yo asistía a clases, pero era un internado, como que vivía ahí.

A la hora de almuerzo me dirigía al casino, pero el casino de la scuola era como el casino de la empresa donde trabajo ahora. Recuerdo especialmente las bandejas, y creo que se por qué, aunque la metáfora sea de un nivel exageradamente básico, ja, ja. En una mesa grande tipo té club, estaba sentado frente a mí El Tímido (que risa hablo de El Tímido, como Aldunate habla de El Bueno en 31, que patética). Alto y sonriente como es él, y yo no dejaba de mirarlo a los ojos ni por un segundo, esos ojos oscuritos, esa cara un poco pecosa.

Me sorprende que por tercera vez El Tímido entre en un sueño mío, por que en verdad prácticamente no lo conozco, y no entiendo como ha llegado a adquirir importancia al nivel de entrar codificando o no quizás a otra cosa, a mi inconciente.

Estábamos comiendo arroz suizo (ni idea de qué es eso, pero así estaba escrito el menú en una pizarra a la entrada del casino). La comida consistía en innumerables piezas de arroz, rodajas, amontonadas en varias torrecitas por cada plato (algo así como unos edificios de rolls de sushi).

Algunos teníamos estos platos, otros tenían solo una porción de arroz pegoteado, que arriba tenía muchísimo pimentón. Yo no comía el arroz suizo, vivo a dieta y además siendo particularmente quisquillosa con las comidas (mañosa de mierda en verdad) el almuerzo de la maestra me carga.

Yo le ofrecía todas mis torrecitas de arroz a El Tímido pero el con una hermosa sonrisa las rechazaba, no decía ni Sí ni No, pero su silencio era bastante claro. Y así calladito seguía comiendo su cerrito de arroz con pimentón salteado. Entonces su amigo con una cara muy pícara e incrédula (la misma que puso cuando en la realidad, fuera de el sueño le pedí el mail de El Tímido) recibía mis torrecitas de arroz.

Yo seguía mirando fijo a los ojos a El tímido (y él no bajaba la vista) de repente me daba cuenta que junto a él estaba Tamara (imposible en verdad ella era amiga mía en el colegio, no conoce a El Tímido y además ahora está viviendo en Estados Unidos). Tamara deslizaba su mano por debajo de la manga de la camisita tipo leñador de El Tímido (que le quedan tan, pero tan bonitas) y yo podía ver a través de la tela de cuadrillé roja /blanca, cómo la mano de ella suavemente erizaba los bellitos de el brazo de él. Mientras me invadía una rabia, una envidia descomunal el segúia sonriendo y le decía a ella "tus manos están tibias". Después me hablaba directo, un poco iracundo en el tono y velocidad de las palabras, pero con una expresión de calma y armonía en la cara) que mi insistencia lo agotaba y que mi mirada lo incomodaba, y que ojalá lo dejara en paz.

Yo me iba corriendo, prácticamente llorando del casino (no sé por qué pero era como una secuencia melodramática de mono japonés, onda Candy, Candy), y llegaba corriendo al patio de la Scuola, donde un montón de gente se preparaba para correr los 10K de la maratón de Santiago.

Veía a mi vieja que me decía que teníamos que devolver unos vasos que nos habían prestado para la fiesta o algo así, yo no la escuchaba, ensordecida por mi rabia y mi pena, y seguía corriendo por todo el patio de maicillo, deseando que El Tímido se muriera, que se enredara en medio de las infinitas escaleras, o que la estampida de maratonistas lo aplastara o algo así.

Corriendo y llorando llegaba hasta un pasillo, al fondo la escalera y subía a toda velocidad sin parar ni en un sólo peldaño, hasta llegar al tercer piso, por el fondo que vendría siendo el lado izquierdo. El pasillo largo con todas las salas de puertas naranjas cerradas, yo indecisa, no recordaba bien cuál era mi sala, me inclinaba por la de más al fondo, más hacia la izquierda y entraba.

Todo estaba igual que en 1996, los casilleros, los bolsos, uno que otro cuaderno debajo de las mesas azules. Yo me iba a la mesa de más al fondo, la que estaba junto a la ventana, y me ponía a buscar entre un montón de cuadernos uno mío. Lo encontraba, el cuaderno estaba forrado con una tela de cotelé burdeo con florcitas enanas blancas (curiosamente la misma tela de el bolso que usé duarnte todos los años de la U), y ahí estaba escrita toda mi vida al parecer, los episodios se iban escribiendo y borrando simultánemente a medida que mis ojos pasaban sobre cada palabra / momento.

En un punto entre medio de las letras, encontraba un billete de 10 mil pesos muy arrugado, y como no sabía si eran mío o no (más bien parece que sabía que no lo eran), me los guardaba apuradita en el bolsillo. Vero (que hace el aseo en el gym al que asisto todos los días) aparecía y me decía que ella me los había guardado, y me entregaba además mi bolso de la U, que combinaba con el cuaderno de mi vida (eran de la misma tela). La presencia de Vero, y el bolso, me devolvían un poco la calma, y cesaba un poco mi rabia y mi pena, lloraba un poco más, pero sólo para recuperarme, para ir ordenando mi respiración y entrar en un estado de mayor armonía.

Miraba por la ventana y afuera era de noche, me iba de la sala, descendía las escaleras en mediana paz, pero con la preocupación de que a El Tímido le fuera a pasar algo malo (por que creánlo o no, vez que estoy encabritada y le deseo mal a alguien, esa persona mínimo se esguinza el tobillo, se quiebra el brazo o se machaca un dedo, en verdad me ha pasado varias veces, y eso me genera una culpa atroz, evidente).

En las escaleras había luz de día, aunque en el resto de la Scuola reinaba la noche. En las escaleras estaba las chicas del gym (la Ale, la Pili y una flaca que no sé su nombre pero es amiga de ellas y es bien amorosa), estaban entrenando ahí, me saludaban y me preguntaban como estaba. Yo seguía preocupada de que mi deseo de que le ocurriera algo malo a El Tímido se hiciera realidad. Ya no deseaba más que muriera enredado en las escaleras o aplastado por los maratonistas, pero una vez que uno ya desencadenó una energía, una vez que ya hechaste a correr algo por el universo, no hay pie atrás, la energía no es reversible, y eso me tenía mal.

Pensando esas cosas llegaba hasta el pasillo del primer piso, frente al patio de maicillo donde los maratonistas ya estaban corriendo, y se me cruzaba por ahí El Tímido, que me saludaba súper afectuosamente como si nada. Con su sonrisita linda en su cara pecosita. El saludo, el besito lo veía reflejado en la mampara de la entrada del colegio y me daba cuenta que yo no estaba con tenida deportiva, si no que estaba con mi vestidito esilo jane, jajajaj, un minivestido estampado, de corte irregular. Súper nada que ver para la ocasión, me iba a los camarines de la scuola a ponerme una tenida deportiva y al llegar me daba cuenta que los camarines estaban deshabilitados y vacíos, igual que todo el resto del colegio, deshabitado, solo.

No había ni un alma alrededor y al parecer todo este tiempo había estado acompañada de fantasmas. Salía de los camarines clausurados, volvía a la mampara de vidrio, y entonces me veía nuevamente, vestida ahora sí con ropa de deportes, pero de tennista (como para la fiesta de disfraces de la Cata, exactamente la misma pinta), y eso me causaba un ataque de risa incontenible.

Y me quedaba ahí frente a la mampara, sin saber si salir del colegio o quedarme ahí adentro un ratito más. Muerta de la risa, pero indecisa.