Una disgresión, de alguien que pretende dedicarse a escribir. Una especie de collage irregular, con ideas, uno que otro chiste, algún titular de diario, canciones, inquietudes, cualquier cosa que me diga algo, y que le diga algo a los demás.

febrero 02, 2011

Brisa de ojos ciegos

Estaba un poco paralizada y con una sensación extraña parecida al temor con todo lo ocurrido con las palomas. Toda la situación me parecía rarísima pero linda.

Lo que no había resuleto era qué hacer con la paloma negra muerta.

Pensaba que lo más prudente era enterrarla, pero me daba nervios verla una vez más con sus ojos abiertos, y de alguna forma estaba intentando huir de la necesidad de enfrentar ese momento.

Tengo a pesar de mis 32 años, esa actitud adolescente de huir en forma permanente de todo lo que me importa.

Ya llevaba por lo menos un día desde que la descubrí inmóvil en el rincón, pero estaba intentando no hacer nada al respecto, y dejar pasar el tiempo quizás para hacerme la loca, o para desentenderme y esperar a que la Jackie (mi nana) la recogiera, botara o enterrara.

Le comenté a un cercano esta vivencia y lo primero que me preguntó (tal como yo lo esperaba) era qué había hecho con la paloma muerta. Le contesté la verdad, que nada, y me aconsejó enterrarla mirando con el pico hacia el cielo, rodeada con un poco de tabaco y que le dijiera algunas palabras bonitas.

Entonces decidí hacerlo y escogí unas palabras de Juan José Vélez Otero mezcladas con las mías. Pesaba decirle esto a la palomita mientras la enterraba:

"Llegaste y no hiciste ruido. No sé que brisa de ojos ciegos te coló por debajo de mi puerta: desnuda, tibia, expuesta, desvalida, dulce. Que la luna y sus rayos te acompañen mientras la tierra te acoge".

Con esas palabras pensaba agraecerle a la paloma el mensaje que me había traído.

Por que siento que tanto la paloma blanca llena de vida como la paloma negra moribunda, eran las portadoras de un mensaje del universo y de la vida para mí.

Estuve pensando insistentemente en ese mensaje antes de llegar a casa, más bien sintiendo que pensando. Sintiendo que no debo ser tan compulsiva con mis emociones y que debo dejar atrás mis actitudes obsesivas que resultan incluso esclavizantes (en cuanto a relaciones humanas y formas de establecer vínculos, pero extrapolable a todo lo demás)

Lo ocurrido el sábado lo leía en estos términos: la palomita blanca era esa renovación liberadora y la negra los hábitos nocivos de los que debo desprenderme.

Todo esto me daba vueltas mientras pedaleaba en spinning y no podía dejar de visualizar a la paloma negra.

Después de mi entrenamiento, llegué a la casa, cavé el hoyito en la tierra y cuando me iba a acercar a tomar la palomita muerta, esta se movió, no estaba muerta en verdad, está estática y enferma, próxima a su muerte pero aún viva.

Me acerqué un par de veces más para estar segura, y en ambas ocasiones se movió.

No está muerta, pero tampoco viva del todo, está en el trance, y me pilló desprevenida este nuevo escenario. No puedo enterrarla viva, pero también es triste saber que está ahí agonizando y que no hay nada que yo pueda hacer por ella.

Me acerqué a hablarle, le agradecí el mensaje, y le dije que si era su hora de partir lo hiciera tranquila, le canté un poco, y le di repetidas veces las gracias.

Le dije que no era necesario que se aferrara a su cuerpo pasajero por que independiente de él, su energía iba a seguir fluyendo por siempre.

Le dije eso por que eso sentí que debía decirle, pero me quedé con una sensación nueva, desconocida como de una tristeza grande, una inquietud molesta que en cualquier momento podría transofrmarse en algo diferente, quizás incluso en euforia.

Todo se ha enrarecido todavía más y no sé cómo proceder