Todo es concebido desde las entrañas
“Me di cuenta, firme y brutalmente, de que había concebido la mayoría de las películas en las entrañas del alma, corazón, cerebro, nervios, órganos genitales y sobre todo en las tripas. Un deseo que no tiene nombre alguno las sacó a la luz”
El 2004 leí “Imágenes” de Ingmar Bergman, en ese entonces este fragmento que cité acá arriba me conmovió por su intensidad y potencia.
Todavía me sigue pareciendo potente, aunque ya no con la misma fuerza de ese momento.
Como todo en esta vida, las lecturas también uno las percibe de acuerdo a lo que está viviendo en ese momento, y honestamente no recuerdo con que energía andaba el día en que leí esto, y me pareció importante, revelador, y lo subrayé en el texto y lo marqué con asteriscos varios. Igual que ahora, solo que entonces esta misma sensación estaba amplificada por mil.
Recuerdo eso sí, que lo iba leyendo en la micro, después de una clase de Lenguaje Cinematográfico, y que cuando lo leí, se desencadenó en mi mente una secuencia de imágenes generadoras que me habitaron durante algún tiempo.
Terminé la lectura del texto, pocos días después, pero este fragmento y las imágenes que me desencadenó, siguieron en mi interior procesándose hasta que el 2005 me propuse pasarlas a un óleo.
Y justamente este fragmento habla de la necesidad inexplicable de crear, de esa urgencia imperiosa (incluso, y la mayor parte de las veces dolorosa) de hacer salir de nosotros aquello que no quiere salir, pero sacarlo valiéndose de imágenes y símbolos que puedan aportar algo a los demás, o a uno mismo en una segunda lectura, para que el proceso vaya más allá, y tenga algún valor “artístico” si se quiere, y no quedarnos solo en la catarsis.
Esa necesidad de crear, como dice Bergman nace de las tripas, de las entrañas, y si lo analizamos bien, todo finalmente nace de ahí, de un deseo, de un impulso irracional, de las emociones.
Cuando me propuse pasar a una imagen que representara y agrupara todo esto que estoy intentando definir no con mucho éxito, automáticamente volvieron a mi mente las imágenes que se habían desencadenado con la lectura, en ese atardecer lluvioso en la micro, e inevitablemente todas las imágenes tenían un punto en común: un retrato de mi madre, “La muerta”.
Mi madre no está muerta, ni por si acaso, muy por el contrario es una mujer llena de vitalidad, de ahí la contradicción. El retrato que señalo nació a partir de un ejercicio de iluminación de fotografía en el que le pedí a mi madre que posara con los ojos cerrados y con un gladiolo en su cara. Esta imagen fue generada a partir de la improvisación, entre medio de muchos otros ejercicios de luz, pero el azar (o el perfil inconciente que yo tenía de mi madre en ese segundo) intervino y generó una imagen bastante interesante, que a nadie en mi familia, excepto yo claro está, le gusta por que dicen que en ese retrato mi madre está muerta. Esto me recuerda muchos kilos de teoría fotográfica, acerca de cómo la fotografía mata, captura un instante y lo mata para perpetuarlo en la eternidad (paradójicamente mata para dar vida eterna). Por eso la considero una buena foto, por que sin proponérmelo generé una imagen que coincide con lo que plantean algunos teóricos de la foto.
Bueno, volviendo a Bergman, al impulso creador y a las emociones que intentaba plasmar durante el 2005 en el óleo que pueden ver acá arriba, todas las imágenes volvían siempre a la primera, al retrato de “La muerta”, entonces me propuse hacer una composición a partir de esa imagen, y de referentes cotidianos, guiados por la idea tan bien expresada por Bergamn, que yo resumo en que finalmente “Todo es concebido desde las entrañas”.
Así le puse a esta obra que fue generada con técnica mixta, óleo sobre tela y collage, entre mayo y junio de 2005. Sus dimensiones reales son 110 x 70 cm, y es una reflexión acerca de la necesidad de crear, pero sobre todo es un homenaje a mi madre.
El 2004 leí “Imágenes” de Ingmar Bergman, en ese entonces este fragmento que cité acá arriba me conmovió por su intensidad y potencia.
Todavía me sigue pareciendo potente, aunque ya no con la misma fuerza de ese momento.
Como todo en esta vida, las lecturas también uno las percibe de acuerdo a lo que está viviendo en ese momento, y honestamente no recuerdo con que energía andaba el día en que leí esto, y me pareció importante, revelador, y lo subrayé en el texto y lo marqué con asteriscos varios. Igual que ahora, solo que entonces esta misma sensación estaba amplificada por mil.
Recuerdo eso sí, que lo iba leyendo en la micro, después de una clase de Lenguaje Cinematográfico, y que cuando lo leí, se desencadenó en mi mente una secuencia de imágenes generadoras que me habitaron durante algún tiempo.
Terminé la lectura del texto, pocos días después, pero este fragmento y las imágenes que me desencadenó, siguieron en mi interior procesándose hasta que el 2005 me propuse pasarlas a un óleo.
Y justamente este fragmento habla de la necesidad inexplicable de crear, de esa urgencia imperiosa (incluso, y la mayor parte de las veces dolorosa) de hacer salir de nosotros aquello que no quiere salir, pero sacarlo valiéndose de imágenes y símbolos que puedan aportar algo a los demás, o a uno mismo en una segunda lectura, para que el proceso vaya más allá, y tenga algún valor “artístico” si se quiere, y no quedarnos solo en la catarsis.
Esa necesidad de crear, como dice Bergman nace de las tripas, de las entrañas, y si lo analizamos bien, todo finalmente nace de ahí, de un deseo, de un impulso irracional, de las emociones.
Cuando me propuse pasar a una imagen que representara y agrupara todo esto que estoy intentando definir no con mucho éxito, automáticamente volvieron a mi mente las imágenes que se habían desencadenado con la lectura, en ese atardecer lluvioso en la micro, e inevitablemente todas las imágenes tenían un punto en común: un retrato de mi madre, “La muerta”.
Mi madre no está muerta, ni por si acaso, muy por el contrario es una mujer llena de vitalidad, de ahí la contradicción. El retrato que señalo nació a partir de un ejercicio de iluminación de fotografía en el que le pedí a mi madre que posara con los ojos cerrados y con un gladiolo en su cara. Esta imagen fue generada a partir de la improvisación, entre medio de muchos otros ejercicios de luz, pero el azar (o el perfil inconciente que yo tenía de mi madre en ese segundo) intervino y generó una imagen bastante interesante, que a nadie en mi familia, excepto yo claro está, le gusta por que dicen que en ese retrato mi madre está muerta. Esto me recuerda muchos kilos de teoría fotográfica, acerca de cómo la fotografía mata, captura un instante y lo mata para perpetuarlo en la eternidad (paradójicamente mata para dar vida eterna). Por eso la considero una buena foto, por que sin proponérmelo generé una imagen que coincide con lo que plantean algunos teóricos de la foto.
Bueno, volviendo a Bergman, al impulso creador y a las emociones que intentaba plasmar durante el 2005 en el óleo que pueden ver acá arriba, todas las imágenes volvían siempre a la primera, al retrato de “La muerta”, entonces me propuse hacer una composición a partir de esa imagen, y de referentes cotidianos, guiados por la idea tan bien expresada por Bergamn, que yo resumo en que finalmente “Todo es concebido desde las entrañas”.
Así le puse a esta obra que fue generada con técnica mixta, óleo sobre tela y collage, entre mayo y junio de 2005. Sus dimensiones reales son 110 x 70 cm, y es una reflexión acerca de la necesidad de crear, pero sobre todo es un homenaje a mi madre.
GRACIAS MAMÁ.
1 Comments:
tu madre es una mujer ecepcional, gran ser humano, ama la vida y tiene resuelta la muerte...más que su vida quizá...
para tí mamá también, desde la distancia...
besos roxi,
DMR
12:32 a. m.
Publicar un comentario
<< Home