Misterios de la fe
Siempre me pareció rara la semana santa, desde chica.
Recuerdo haber pasado alguna semana santa cuando muy niña en la casa de mis abuelos (especulo que mientras tanto mis padres andaban en un carrete no muy santo).
La casa de mis abuelos era inmesa, de hecho tenían acondicionado en el segundo piso, dos habitaciones que funcionaban como un departamentito, y el resto de la casa pasaba con las persianas cerradas, sin uso, a excepción de fechas especiales, en que se abría todo de par en par, para dar unas fiestas magníficas.
Hoy esa casa ya no existe, al menos no como yo la conocí en esa época, ahora es la sucursal de una corredora de propiedades, la pintaron con los horribles colores corporativos de la marca, además de intervenir de manera criminal la fachada, todo con el objetivo de "modernizarla". Pero bueno, esta no es una crítica urbana (aunque me encanta el tema, y en algún momento intentaré volver sobre esto).
El caso, es que durante esa semana santa, vivida con mis abuelos, recuerdo haberme aburrido mucho, mucho, de verdad como ostra, y eso que mi abuela era de lo más chora que hay.
Pero claro, ellos formados en una tradición católica bastante severa, vivían esos días especiales, como el momento intenso y significativo, que se supone debiera ser.
Estuvimos durante horas frente al televisor viendo "Jesús de Nazareth". Sí, la película de Franco Zefirelli, quién nos hizo crecer a todos con la imagen de un guapísimo Cristo (Robert Powell), que a pesar del calvario y sufrimiento conservaba una belleza resplandeciente. Supongo que del tedio que me causó en ese entonces semejante recreación e interpretación bíblica, me viene la aversión por la películas históricas y religiosas, aunque evidentemente como buena cinéfila no puedo desconocer el talento de Zefirelli, ni de Anthony Burguess a cargo del guión. (Que a todo esto es el autor de "La Naranja Mecánica" ... ¡ese sí que es contraste!).
Recuerdo también haber ido con mis abuelos, a un vía crucis en la iglesia que queda por la plaza Las Lilas (plaza donde hace poco desapareció un cine y construirán una mega torre, cosa que lamento profundamente). En el vía crucis, mis abuelos estaban de verdad emocionados, cosa que para mí era difícil de comprender, e incluso creo haber visto a mi abuela conmovida hasta las lágrimas mientras comulgaba. Misterios de la fe. Y es que la fe es un tema complejo, esa conexión con lo sagrado, la vivimos todos en algún momento, aunque sea por su ausencia.
Recuerdo que en otra etapa de mi infancia, antes de la primera comunión, tenía una convicción religiosa tan grande (desconozco de donde me venía) que más de algún domingo si mis padres se quedaban dormidos, yo me levantaba, vestía y me iba sola a la Parroquia de San Carlos Borromeo, que estaba próxima a mi casa. No faltaba nunca, y aunque no entendía bien el simbolismo de la liturgia, recuerdo que habían combinaciones de palabras que me estremecían.
No entendía la misa, pero me la sabía de memoria.
Hay varias partes del "guión" de la misa que todavía hoy (después de varios cuestionamientos sin respuesta acerca de la fe) me parecen notables. Sólo por citar el más potente: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme" Guauuu, ya se quisiera semejante diálogo el mejor dramaturgo.
Hay otras partes de la misa que con el tiempo, descubrí que yo las decía mal, por ejemplo "Es injusto y necesario", cuando en realidad el texto correcto es "Es justo y necesario". Quizás a qué lo asociaba, pero me parece mucho más dogmático y bello pensar en hacer algo que aunque sea injusto es necesario, el concepto de sacrificio, creo que algo tiene que ver.
Dentro de mis recuerdos infantiles asociados a la fe, me resulta imposible dejar de nombrar a mi profesor de religión del colegio, Mariano Malacchini, quien nos hablaba de los diez mandamientos, pero aterrizados a ejemplos cotidianos de nuestra realidad de niños. Más de algún apoderado del colegio, debe haber considerado "comunista" al Mariano (a pesar de que es o fue, no lo tengo muy claro, el gerente general de Benetton Chile), por que nos hablaba de la pobreza, la solidaridad, las injusticias sociales, y otros grandes temas.
Otro quién me planteó estos temas durante infancia fue mi papá, quién me decía "Yo soy protegido de don Jecho", y yo estuve durante un buen tiempo convencida que Don Jecho, era el dueño del negocio del almacén de la esquina, que proporcionaba algún tipo de protección (no sé por que motivo) a mi padre. Claro, no hacía la asociación de que Don Jecho era el mismísimo Jesús Cristo de las sagradas escrituras.
En la adolesencia las semanas santas las viví de otra manera, más de algún paseo a isla negra con compañeros de curso y un rarísimo retiro espiritual con el grupo scout. El retiro "espiritual" me merece particular atención por que aunque al final lo pasé bastante bien, siento que me timaron.
Yo no tenía muchas ganas de ir a ese retiro, pero lo hice por que tenía que hacerlo, todos iban y no veían por qué yo no, y no me dio la imaginación como para inventar una excusa convincente.
Así que partí, en busca de un misticismo perdido.
Fuimos a una casona junto al mar, con esos paisajes de postal, en los que de entre las nubes salen haces de luz y de verdad es como si dios te fuera a hablar, mientras estás sentada sobre las rocas.
Pero Dios no me habló, ni nada parecido.
Gran parte del retiro consistía en pequeñas introducciones a un tema específico, sobre el cual uno tenía que irse a meditar en forma individual. Durante esos períodos de "meditación", recuerdo claramente haber pensado puras leseras bastante hormonales propias de la edad tales como: "que rico está tal huevón, esta mina es una cuica insoportable, a qué hora se termina esta cosa fome, me voy a perder el mejor capítulo de la serie que veo en el cable, etc". Después de eso, cuando ya quedaban pocos minutos de reflexión, me armaba de un par de argumentos bastante serios, para compartir cn los demás, pura actuación y cinismo. Los veía a todos tan concentrados en sus roles religiosos, que pensaba que yo era la única desubicada. Muy grande fui mi sorpresa cuando la última noche del retiro los mayores nos vendaron los ojos y nos encaminaron en silencio hacia un galpón, donde ceremonisamente tuvimos que esperar a oscuras antes de entrar a establecer contacto con el milagro de la resurrección. Al entrar habían luces dando vueltas, propias de una disco de cuarta calaña, un equipo kenwood que sonaba fuertísimo con amplificación y todo, una pancarta que decía ¡Resucitó!, y unas chelas y copetes varios (que los jefes tomaban a escondidas para no compartir). Ahí bailamos como enajenados, como sólo se puede hacer a los 15, y lo pasamos realmente la raja, pero la conexión con lo sagrado, nunca la encontré.
Esta semana santa iré al cine, nadaré, me reuniré con amistades y trataré de aburrirme lo menos posible para no tener que ver la reiterada, fome y santa programación de la tele. Además descubrí recién que la única película que me interesaba ver "Alberto, ¿cuánto cuesta hacer un ojal?" la dieron anoche y me la perdí.
Ya no tengo la fe, que alguna vez tuve, pero sin duda creo que algo debe existir, si no, no habría ninguna magia. Así que mejor me voy, con las mismas preguntas y aburrimientos que al principio de esta entrada. Supongo que algún día cuando muera (la asociación fe, muerte es inevitable) me alejaré flotando, blanquísima en la niebla protectora, en busca de algún Dios o de la nada.
(Esto último es una cita a Benedetti, y su relato "Fantasmas" del libro "La vida, ese paréntesis")
1 Comments:
Me encantan tus comentarios acerca de la de, además de tu estilo de narrar tu pasado. Escribes tu vida como si fuera sacada de un libro. ¡Me has fascinado! me interesaría mucho que visitaras mi blog; http://gabrielmisla.blogspot.com
12:40 a. m.
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