Scared to death
(mortalmente asustada, o espantada si se prefiere)
Scared to death, así se encontraba el doctor Alexander (psicoanalista), tras ver Un chien andalou, de Luis Buñuel, a quién le había ofrecido su ayuda para trabajar en una película acerca de la esquizofrenia. Tras ver Un chien andalou, el horrorizado psicoanalista le envía una carta a Buñuel, indicándole que está Scared to death con su trabajo, y que no le interesa saber nada más de él.
¿Qué tiene que ver esto conmigo?
¿Por qué lo pongo en el blog?
Mucho. Muy sencillo. Esta semana ando Embuñuelada, leyendo Mi último suspiro, la biografía de Luis Buñuel, que fue escrita con la ayuda de Jean Claude – Carriére, a quién el cineasta en largas tardes de conversaciones le fue hablando de su vida, para que él lo interpretara, pues admite “yo no soy hombre de letras”.
A la carta escrita por el psicoanalista Alexander, citada en Mi último suspiro, le robé la expresión Scared to death, por que hoy desperté así, mortalmente horrorizada, todo producto de una pesadilla espantosa que tuve.
Mi pesadilla de anoche, nada tiene que ver con mis pesadillas recurrentes, que son dignas de psicoanálisis.
Anoche no soñé con tormentosas imágenes del holocausto, ni con tsunamis de los que huyo, ni con niños que me piden ayuda para sobrevivir y a quienes yo se las niego previendo la falta de oxígeno, y los dejo morir en la calle.
En mi pesadilla tampoco hubo imágenes de miles de nichos vacíos (esperando a sus futuros habitantes), ni bloques de tierra rectangulares recién removidos de una perfecta superficie de pasto. Ninguna de esas imágenes que se reiteran en mis sueños (como en las alucinaciones de las urnas de Jhonny en El perseguidor) estuvieron anoche.
Nada de eso, mi pesadilla de anoche era mucho más cotidiana, y por lo mismo más aterradora. Consistía en lo siguiente:
Eran las 6:25 de la tarde, yo estaba apagando el computador del trabajo para irme a mi casa después de un largo día. En eso se acerca mi jefe, y me informa que debido a una emergencia, todos debemos quedarnos a trabajar hasta el amanecer. Yo con toda calma, y con un tono neutro inusual en mí, le respondo pausadamente que no puedo hacerlo, pues esto atenta con todo lo que yo considero fundamental en esta vida.
La imagen se empieza a oscurecer, fundido a negro, y cuando reaparece la imagen estoy frente al computador trabajando. Miro la hora en un reloj gigante que grita que son las 3:45 am, me he quedado toda la noche trabajando. Después me dirijo a casa llorando en un taxi, que la empresa no ha tenido la deferencia de pagar.
No puedo imaginar una pesadilla más horrorosa que esta, aunque tampoco creo que mi actual empleador sea así de desconsiderado, ni yo tan tonta como para aguantar semejante situación.
Después de mi traumática Edu Expirience, creo que jamás haría algo así. Cuando salí de ese trabajo, después de algún tiempo de cesantía encontré uno que era al parecer ideal: televisión mismo rubro, gráfica para el área de reportajes de canal 13, plata bastante bien, gente al parecer buena. No llevaba trabajando más que un par de días, cuando empiezan los rumores de que hay que trabajar los fines de semana, por las mismas lucas, y ni siquiera con canje por otros días libres, así de corrido, non stop. A mis compañeros les dije que esto para mí era inadmisible, y que si efectivamente llegaba a darse esa situación, había sido un gusto y que no contaran conmigo.
Corte a:
Día Viernes, providencia, exterior, día.
Yo caminando bajo la lluvia y llorando por las injusticias de esta sociedad, como en mi propia película melodramática.
Por supuesto que no fui a trabajar ese fin de semana, como el resto de mis compañeros, pero tampoco volví nunca más. Para un buen, exagerado, pero real final de película, llego a mi departamento, semi llorando, empapada y mi familia (que no vive conmigo, pero que me tenían una sorpresa), me espera con una celebración, Late Harvest incluido, por mi primera semana de pega.
Por si no lo advirtieron toda esta última parte de la narración, es parte de sucesos reales y no del sueño que contaba anteriormente.
Lo bueno de todas estas experiencias pasadas y de mis temores manifestados en los sueños, es que ya se que haría en mi vida y que no. Al menos laboralmente hablando.
También sé que el trabajo que hago actualmente, no es lo que quiero hacer el resto de mi existencia. Me di cuenta un poco tarde, pero pretendo hacer con mi vida algo más significativo que estar al servicio de la televisión y la publicidad, cosas en la que no creo para nada.
Como ya muchos saben, pretendo dedicarme a escribir, y actualmente estoy ahorrando plata para poder hacer durante el próximo año el post título de dramaturgia en la Universidad Católica. Paralelamente escribo todo lo que puedo, en el blog y en mi novela, en obras de teatro, y todo lo que se me ocurre.
Por lo mismo me he propuesto que este es el último año que trabajo gráfica animada y post producción de video en función de la publicidad o de otros proyectos en los que no creo.
Al respecto, mi alarmada hermana me pregunta ¿De qué vas a vivir?. Yo le respondo que durante el año pasado viví de trabajos esporádicos, de ahorros, de proyectos inestables pero lindos etc. No viví muy bien, en términos de plata, es cierto, pero viví.
Acá vuelvo otra vez a Buñuel, y a un texto de don Lope en la película Tristana, donde el personaje referente al trabajo asalariado y no vocacional dice lo siguiente:
- Pobres trabajadores. ¡Carnudos y apaleados! El trabajo es una maldición, Saturno. ¡Abajo el trabajo que se hace para ganarse la vida! Ese trabajo no dignifica, como dicen, no sirve más que para llenarles la panza a los cerdos que nos explotan. Por el contrario el trabajo que se hace por gusto, por vocación, ennoblece al hombre, todo el mundo debiera poder trabajar así. Mírame a mi: yo no trabajo. Y, ya lo ves, vivo. Vivo mal, pero vivo sin trabajar.
Magnífico Buñuel!
Magnífo sencillamente, con sus años negros, con sus amigos surrealistas, con sus períodos de cesantía, con sus incomprendidas, atacadas y luego elogiadas películas, con su amor al cine, pero sobre todo con sus CONVICCIONES.
Sigo definitivamente Embuñuelada, para rematar agrego algo que reflexiona él sobre toda belleza e ideal que uno persigue en la vida (en este caso mi intención de dedicarme a escribir).
Para que toda belleza sea tal, debe reunir tres atributos: Esperanza, lucha y conquista.
Scared to death, así se encontraba el doctor Alexander (psicoanalista), tras ver Un chien andalou, de Luis Buñuel, a quién le había ofrecido su ayuda para trabajar en una película acerca de la esquizofrenia. Tras ver Un chien andalou, el horrorizado psicoanalista le envía una carta a Buñuel, indicándole que está Scared to death con su trabajo, y que no le interesa saber nada más de él.
¿Qué tiene que ver esto conmigo?
¿Por qué lo pongo en el blog?
Mucho. Muy sencillo. Esta semana ando Embuñuelada, leyendo Mi último suspiro, la biografía de Luis Buñuel, que fue escrita con la ayuda de Jean Claude – Carriére, a quién el cineasta en largas tardes de conversaciones le fue hablando de su vida, para que él lo interpretara, pues admite “yo no soy hombre de letras”.
A la carta escrita por el psicoanalista Alexander, citada en Mi último suspiro, le robé la expresión Scared to death, por que hoy desperté así, mortalmente horrorizada, todo producto de una pesadilla espantosa que tuve.
Mi pesadilla de anoche, nada tiene que ver con mis pesadillas recurrentes, que son dignas de psicoanálisis.
Anoche no soñé con tormentosas imágenes del holocausto, ni con tsunamis de los que huyo, ni con niños que me piden ayuda para sobrevivir y a quienes yo se las niego previendo la falta de oxígeno, y los dejo morir en la calle.
En mi pesadilla tampoco hubo imágenes de miles de nichos vacíos (esperando a sus futuros habitantes), ni bloques de tierra rectangulares recién removidos de una perfecta superficie de pasto. Ninguna de esas imágenes que se reiteran en mis sueños (como en las alucinaciones de las urnas de Jhonny en El perseguidor) estuvieron anoche.
Nada de eso, mi pesadilla de anoche era mucho más cotidiana, y por lo mismo más aterradora. Consistía en lo siguiente:
Eran las 6:25 de la tarde, yo estaba apagando el computador del trabajo para irme a mi casa después de un largo día. En eso se acerca mi jefe, y me informa que debido a una emergencia, todos debemos quedarnos a trabajar hasta el amanecer. Yo con toda calma, y con un tono neutro inusual en mí, le respondo pausadamente que no puedo hacerlo, pues esto atenta con todo lo que yo considero fundamental en esta vida.
La imagen se empieza a oscurecer, fundido a negro, y cuando reaparece la imagen estoy frente al computador trabajando. Miro la hora en un reloj gigante que grita que son las 3:45 am, me he quedado toda la noche trabajando. Después me dirijo a casa llorando en un taxi, que la empresa no ha tenido la deferencia de pagar.
No puedo imaginar una pesadilla más horrorosa que esta, aunque tampoco creo que mi actual empleador sea así de desconsiderado, ni yo tan tonta como para aguantar semejante situación.
Después de mi traumática Edu Expirience, creo que jamás haría algo así. Cuando salí de ese trabajo, después de algún tiempo de cesantía encontré uno que era al parecer ideal: televisión mismo rubro, gráfica para el área de reportajes de canal 13, plata bastante bien, gente al parecer buena. No llevaba trabajando más que un par de días, cuando empiezan los rumores de que hay que trabajar los fines de semana, por las mismas lucas, y ni siquiera con canje por otros días libres, así de corrido, non stop. A mis compañeros les dije que esto para mí era inadmisible, y que si efectivamente llegaba a darse esa situación, había sido un gusto y que no contaran conmigo.
Corte a:
Día Viernes, providencia, exterior, día.
Yo caminando bajo la lluvia y llorando por las injusticias de esta sociedad, como en mi propia película melodramática.
Por supuesto que no fui a trabajar ese fin de semana, como el resto de mis compañeros, pero tampoco volví nunca más. Para un buen, exagerado, pero real final de película, llego a mi departamento, semi llorando, empapada y mi familia (que no vive conmigo, pero que me tenían una sorpresa), me espera con una celebración, Late Harvest incluido, por mi primera semana de pega.
Por si no lo advirtieron toda esta última parte de la narración, es parte de sucesos reales y no del sueño que contaba anteriormente.
Lo bueno de todas estas experiencias pasadas y de mis temores manifestados en los sueños, es que ya se que haría en mi vida y que no. Al menos laboralmente hablando.
También sé que el trabajo que hago actualmente, no es lo que quiero hacer el resto de mi existencia. Me di cuenta un poco tarde, pero pretendo hacer con mi vida algo más significativo que estar al servicio de la televisión y la publicidad, cosas en la que no creo para nada.
Como ya muchos saben, pretendo dedicarme a escribir, y actualmente estoy ahorrando plata para poder hacer durante el próximo año el post título de dramaturgia en la Universidad Católica. Paralelamente escribo todo lo que puedo, en el blog y en mi novela, en obras de teatro, y todo lo que se me ocurre.
Por lo mismo me he propuesto que este es el último año que trabajo gráfica animada y post producción de video en función de la publicidad o de otros proyectos en los que no creo.
Al respecto, mi alarmada hermana me pregunta ¿De qué vas a vivir?. Yo le respondo que durante el año pasado viví de trabajos esporádicos, de ahorros, de proyectos inestables pero lindos etc. No viví muy bien, en términos de plata, es cierto, pero viví.
Acá vuelvo otra vez a Buñuel, y a un texto de don Lope en la película Tristana, donde el personaje referente al trabajo asalariado y no vocacional dice lo siguiente:
- Pobres trabajadores. ¡Carnudos y apaleados! El trabajo es una maldición, Saturno. ¡Abajo el trabajo que se hace para ganarse la vida! Ese trabajo no dignifica, como dicen, no sirve más que para llenarles la panza a los cerdos que nos explotan. Por el contrario el trabajo que se hace por gusto, por vocación, ennoblece al hombre, todo el mundo debiera poder trabajar así. Mírame a mi: yo no trabajo. Y, ya lo ves, vivo. Vivo mal, pero vivo sin trabajar.
Magnífico Buñuel!
Magnífo sencillamente, con sus años negros, con sus amigos surrealistas, con sus períodos de cesantía, con sus incomprendidas, atacadas y luego elogiadas películas, con su amor al cine, pero sobre todo con sus CONVICCIONES.
Sigo definitivamente Embuñuelada, para rematar agrego algo que reflexiona él sobre toda belleza e ideal que uno persigue en la vida (en este caso mi intención de dedicarme a escribir).
Para que toda belleza sea tal, debe reunir tres atributos: Esperanza, lucha y conquista.
2 Comments:
Querida rox, solo voy a agregar una sola palabra que creo que falto al final "Despertar".
Anda mucho robot por ahí que no ha despertado.
Si no se despierta no se logra.
12:26 a. m.
amada roxi embruñuelada.: he deseado comunicarme con tu bella persona,pero mi cabeza rodaba en scuras sombras de tedio nausebundo, para mi bien un mendigo animoso sonriente y buena onda con su pronto fallecer, me sacudio y he vuelto a la alegria de contactarme contigo, dulce cantar de un vital mañana, te quiero abruñuelada de mis sueños.que bueno leas a bruñuel un realista odiando reyes.t
Te adoro, te necesito.
9:07 p. m.
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