Una disgresión, de alguien que pretende dedicarse a escribir. Una especie de collage irregular, con ideas, uno que otro chiste, algún titular de diario, canciones, inquietudes, cualquier cosa que me diga algo, y que le diga algo a los demás.

agosto 03, 2010

Sueño nº 2: Cierta embriaguez parecida al amor

Parece que estaba afuera del Teatro de la Universidad Católica esperando a alguien, no íbamos a a entrar. Era sólo el punto de encuentro, la referencia en la plaza ñuñoa. La persona, que parece que era un hombre no llegaba y por mientras yo veía el gua danzando en las piletas de la plaza, me entretenía el sonido del agua. Si bien era algo monótono, me resultaba musical. Cada tanto había una nota discordante que me sacaba sonrisas.
Después de esperar mucho tiempo, comprendía que estaba sola, que la persona a quién esperaba no llegaba. Pero eso no me molestaba, me sentía cómoda y hasta experimentaba cierto alivio.
Liviana, así me sentía. Con esa sensación atravesaba Irarrázaval para llegar al otro sector de la plaza y entrar a Las Lanzas. Las Lanzas estaba repleto de gente, bullicioso, animado. Las personas se amontonaban en las mesas y pedían sangrías y tapas, exclusivamente sangrías y tapas. A mí se me cruzaba un recuerdo del Minotauro en Granada, a la vuelta de mi hotel, donde por un Euro te servían un vaso de Sangría acompañado de una tapa de la casa. Me tomé varios esa vez, pensando en la poesía de García Lorca y en la belleza de la Alhambra.
Pero ahora, en Santiago no tenía ganas de tomar nada, ni de involucrarme mucho con nadie, observaba desde afuera, como en una película, ajena, lejana.
Un grupo discutía con el garzón sobre la calidad del servicio o algo así. A mi me parecía de lo más latera esa situación y ya me estaba empezando a dar sueño, pero empezó a sonar una salsa de Roberto Roena (y su apollo sound) que me encanta.
Entonces me levanté y dejé que mi cuerpo se sacudiera bastante torpemente al ritmo de la música. Mis movimientos eran bruscos, pero estaban matizados por espasmos de risa, y eso me provocaba cierta embriaguez parecida al amor.
Mientras bailaba despreocupada del resto del mundo me preguntaba por qué las salsas que con su música tiñen todo de un colorido festivo, tienen unas letras que son como para acuchillarse ... "Como te hago entender este sabor amargo sabor de derrota que crece en mi boca cuando tu no estas" y ese tipo de cosas que te hacen reír si te pillan en un buen día, pero que en uno malo pueden resultar catastróficas.
La música y las letras de las salsas son totalmente contradictorias, y como todas las contradicciones de esta vida, me inquietan, me perturban pero me seducen por completo.
Este último pensamiento es el que inundaba mi mente, mientras aceleraba a fondo el aéreo de regreso a mi casa. Mientras más aceleraba todo se volvía más extraño, como la música del azar, pero sin ese final tan trágico.
Seguía riendo con el pie pegado en el acelerador, subiendo por una calle que ahora no recuerdo el nombre, pero que me resultaba demasiado familiar. Una avenida ancha, cubierta de árboles viejos a ambos costados, que en un cruce, en una esquina tiene una araña de metal descomunal.